21 jun 2010

Sobre Teatrales TXT

Se sabe, que todo acto genera una reacción. Todo hacer supone un encuentro, un riesgo, una experiencia, (valga la redundancia) en el término más empírico de la palabra.
La escritura, como ya lo han dicho, no es pues una excepción. Es en sí un hacer y una acción, una causa y un efecto simultáneamente, puesto que lo que engendra existe sólo en sí mismo y en ella. Pero ¿qué pasa cuando nos enfrentamos a un texto cuya naturaleza es precisamente la incompletitud, la potencialidad del acto encarnado en cuerpo (nueva redundancia necesaria)?
“La literatura es virtualidad” dicen los expertos, “teatralidad en potencia”. Así, nos enfrentamos a la creación de un proyecto, la elaboración de mapas, la acción que promueve una acción. El acto de escribir teatro no es otra cosa que geografiar intenciones, proyectar en cuatro ángulos blanquecinos un acontecimiento en semilla.
A pesar de su virtualidad, o, tal vez, precisamente por ella, la tarea del dramaturgo es la de actuar a través de la estructura vacía. Una estructura no por ello inocente; que no deja de ser una hacer múltiple, creador y comprometido.
Así, en estos seis textos, se emprende una acción a la vez emancipatoria y provocadora.

No es casual pues, el hecho de que, en cada obra de una manera distinta, el humor y el acto concreto del asesinato estén relacionados con una herencia que se recibe y se engulle, que se destruye y se transforma: en NuestrO últimO refugiO, sólo se puede llegar al lugar de partida, a la tradición, luego de haberse ahogado en ella variándola hasta el cansancio; Remigio, huyendo de un gran anillo de sal,  reconoce la inexistencia de los padres y a la vez los traiciona y los decepciona, Berta se queda porque se va, Zartustra y Zacarías son cruelmente devorados, Alicia, lejos de la mirada y la palabra ajenas, respira en el silencio vacío y la madre de Beto recibe un llaveinglesazo, el mismo que asesina a la didascalia, a la voz del autor.
Pero este libro, asesinato en serie, no sólo supone el primer paso de una particularidad en los autores, sino también en una creación cuya propuesta estética perfila una nueva dramaturgia en Bolivia. No es casual que se trate también de la primera incursión en este género de la editorial Gente Común. Algo en este acto calibánico, engendra y deviene un obra nueva que inaugura una dramaturgia boliviana particular, una estructura que guarda en su propio vacío una memoria y una marca de las circunstancias que la generan. Habrá que ver pues, desde la simple visión de las páginas de este libro, la pluralidad de formatos, texturas y registros que propone cada una de las obras en particular.     
NuestrO últimO refugiO, sin personajes definidos, nos lleva por una ciudad que es, dentro de todas las posibilidades, una ciudad de La Paz siempre inundada; basta leer con algo de atención para pensarla, entre juego y  juego, como un desborde –de gente, de sangre, de fuego, de agua­­– en el cual los personajes se pierden para encallar en el escenario, ejerciendo el acto de contar: no es casual pues, que una obra ambientada en la ahogada La Paz se construya través de una memoria que se recupera por fragmentos.  
También es la memoria, hecha de varios registros, la que nos cuenta la historia de Remigio: el diario de un preso que ha muerto, grabaciones, recortes de periódico, testimonios, cartas y una declaración policial, nos llevan a un espacio nacido de una frase que formara un cuento de Edmundo Paz Soldán. En Piedras Blancas, cárcel de frontera, no se sabe quiénes son los verdugos y quienes los prisioneros, quién dibuja el Gran Anillo de Sal en el que los caracoles esperan la muerte, soñando poder salir.
Caso contrario es el de Petra Domingo, una de las protagonistas de Buenas Influencias, Bonitos Cadáveres, que se encuentra en el aeropuerto luchando por quedarse, en procura de un helado; a pesar de  “tener este peso de hacer algo donde no se puede hacer nada” como dice Berta, el otro personaje –que se va –. En los parlamentos de las dos mujeres, cuya relación es difícil de definir, se filtran recuerdos dispersos, nostalgias futuras y pasadas, deseos fútiles que esconden profundas razones, nunca dichas en escena. Pero finalmente, a pesar del vaivén y la duda, quedándote o yéndote, “el detalle está en quiénes quieres que te recuerden”.
En un registro muy distinto, aparecen otro par de personajes. Estos, cómplices y complementarios han sobrevivido juntos 2300 años. En medio de infinitas guerras, fiestas psicodélicas, lamentables accidentes y confundidas pasiones, un par de vampiros terminan arribando en Bolivia. En medio de situaciones hilarantes y anécdotas que recorren los siglos, surge la pregunta milenaria que profanos y creyentes se han formulan alguna vez en la vida: “¿Para qué he nacido a esta inmortalidad?” 
  
Di cosas, cosas bien (oh my country is très jolie...) marca, en sus detalles formales, la presencia de un estilo dramatúrgico consolidado: una puntuación particular cuya ubicación en el papel es a la vez una clave y un desafío par quien la ponga en escena. La polifonía en esta obra se hace literal al intercalar discursos que engarzan, en una realidad simultánea y vertiginosa como es nuestro propio país, escenas oníricas y cotidianas, en las que conviven la apariencia y sus abismos; un discurso saturado que pone en evidencia un vacío.
Otro tipo de vacío es pues el que detona Usted me obligó a hacerlo, obra que cierra el libro y pone en extremo el gesto de la emancipación. No sólo será pues la liberación de la de la vida  Beto, cuya madre asfixiante regula y anula hasta los más mínimos detalles, sino la de la propia ficción frente a sus creadores, el teatro que se configura y se des-configura dentro mismo de la escena, la supervivencia del personaje que insiste en no morir en los borradores, el drama existencial de la propia estructura vacía, que delata tanto a la ficción como al propio sujeto.
Así,  las obras aquí presentes, toman sus propias decisiones y ofrecen la cabeza al público, haciendo una venia, subiendo a las tablas del papel impreso, a la vez altar y cadalso. Se aprestan pues, a correr el riesgo de accionar distintos mecanismos, el riesgo de la experiencia compartida, sentido primordial del teatro. 
(texto de presentación del libro)

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