19 ene 2012

Caminando por la vida con zapatos de diseñador




“Por qué estaré yo escribiendo una novela de estas pequeñeces?”
Margo Glantz.

 ¿Si tuvieras que describirte en diez palabras, cómo lo harías?, canta un conocido ejercicio de empatía. Si bien la respuesta es casi imposible, tenderemos a los grandes adjetivos, a hablar sobre nuestras concepciones de cosas como la vida, la muerte, el amor o la justicia, hasta que, luego de una serie de generalidades, las palabras nos vayan revelando lo poco que pueden decir  acerca de uno mismo. Tomando el camino inverso, Margo Glantz nos presenta un personaje cuyo objetivo es, en primera instancia, hablar sobre lo más suyo, lo más personal: escribir sobre pequeñeces. Se trata entonces de superar el prejuicio y adoptar una voz verdadera, sincera más allá del ingenio, una mirada de mujer adulta que vive, piensa y compone partiendo de un deseo: unos zapatos de diseñador para poder empezar a escribir.
Nos sorprendemos entonces con la voz autobiográfica de esta narradora que indaga en la historia de los zapatos, su etimología, sus texturas, sus significados (y hasta la ausencia de zapatos en ciertos momentos clave), para caminar por su propia vida a través de muchas páginas de una honestidad cautivadora. No todo es brillo y glamour en el diseño de este libro, sino que parte precisamente de esa imposibilidad: nuestra narradora es dueña de un juanete, una deformidad que la tiene escondiendo los pies mientras mira los escaparates de tiendas europeas, orbitando los museos con acompañantes de pies bien calzados que pueden pasearse sin limitaciones (a diferencia de quienes solemos quedarnos en la frontera).
También la Historia de su tiempo atraviesa la historia personal de nuestra narradora, de manera a la vez sutil y profunda. No vemos en ella noticias policiales, ni escenas de momentos aterradores o situaciones sin salida, tan propensos a aparecer en páginas latinoamericanas. Como quien nada dice, Nora García (que así se llama la narradora)  nos enfrenta a la imagen de “los desaparecidos” al relatar la vida (pero sobre todo, la terrible muerte) de una serie de mascotas queridas que ha ido perdiendo sistemáticamente a lo largo de los años, como víctima de una maldición familiar. El dolor de perder una mascota en el camino se va sumando a todas las que llegarán con los años, con los (siempre insuficientes) motivos, con las circunstancias que a ellas se asocian. Las mascotas son además una forma de reconocer el espacio de lo obsceno: la intimidad que de ellas parte, esa animalidad a prueba de toda elegancia, nos obliga a ese espacio de lo controlado, de lo reprimido que nunca se logra encerrar por completo, porque quien mira de frente lo prohibido se ve obligado a desviar la mirada, a evitar ese acto público de crudeza imposible.
Es precisamente esa desviación de la mirada, ese trayecto, en donde que Nora García transita: una cámara cuyo primer plano apenas nos deja ver el boceto del recóndito panorama de la mente de una mujer de cierta edad enfrentando las distintas circunstancias de su vida; a simple vista tranquila, con hijos y (ya) sin marido,  con pequeños lujos y grandes experiencias que son dadas a partir de situaciones simples, cotidianas. 

Tal vez, uno de los lugares más visitados donde esto se muestra es en el cuerpo, nombrado de manera cruda y cariñosa, que siente el cambio con el paso del tiempo, que se mira sin piedad y sin vergüenza frente a su realidad diaria. El cuerpo de Nora babea, se deforma, se ensancha, se expone a una mastografía (: “palabra estridente y áspera que recuerda las fauces abiertas de la máquina que aprisionará mi cuerpo”). Sin  embargo, este cuerpo no renuncia a esa sensualidad latente aún en un término diseccionado por la ciencia, o por aquel velo que la edad y la nostalgia ponen encima de las palabras que se hinchan, se humedecen, se ruborizan ante la memoria de esta mujer frente a una pantalla de computadora.  
Se trata pues de una indagación a partir de la palabra para darle la vuelta a las cosas habituales, para ponerlas en evidencia y al mismo tiempo (por qué no) para gastarlas, cambiarlas de significado. Así, vale lo mismo una cita con alguien muy culto, un paseo en bote y acompañada, un sueño, el piso alto de un bus (zona de fumadores) o la detenida observación de la estación de King’s Cross en camino hacia su renombrado psicólogo. Detrás de cada ademán se esconden las maneras de esta mujer que enfrenta una etapa no exenta de deformidades, de arrugas, de salivaciones, de cicatrices escondidas y a la vez adornadas por un buen par de zapatos de diseñador, accesorio indispensable que habremos de usar a la hora de transitar este libro.