¿Cómo tocar, de forma nueva, un tema que es
tal vez, el único tema que se ha tocado hasta hoy? ¿Cómo y por qué se junta un
grupo de nueve jóvenes bailarines para
hablar de lo mismo? ¿Cómo no hablar de amor? ¿Cómo decir?
A mi lado, una chica de unos 15 años, no es “público educado”: no ha
asistido a espectáculos minados de silencio, no ha sido obligada (sea ventaja o no) a inmovilizarse frente a lo que
está viendo. “Han ensayado mucho para
hacer esto ¿no?”, grita. Soy la primera en lanzarle una mirada severa. Ella no
se inmuta, y, resignada, me voy dejando llevar por sus preguntas .
Amagma: cuerpos vivos, en movimiento,
ardiendo, latiendo, tocando, consumiendo la experiencia del amor en bullicio,
en emergencia. Una sucesión de imágenes
a la vez claras y conmovedoras de lo que envuelve, esconde, delata el
amor.
Un escenario vacío donde son los cuerpos en
sí los que forman, deshacen, transforman
la imagen. Vestuario sin codificación explícita, ropa neutra ─a salvo, incluso, de expresar neutralidad con
un extenuante blanco o negro cerrado─ donde sólo es permitido lo necesario, que
(gajes del tema) no por ello deja de ser
excesivo.
“¿Por
qué se tocan así?”
Bulle también la música: es a la vez grito
gutural de los primeros seres que se necesitan y la burbuja en el magma; lo más
nuevo y lo más antiguo en esa mezcla indefinible de situaciones, cuerpos
diciendo, mostrando, exponiéndose a sí mismos en situación de cuerpos amantes.
La vergüenza, el amor a solas, el amante de
una noche, los muchos amantes de una noche, el terror, la soledad. El amor de
una mirada, de lejanía, de ensueño, esfumándose en la sombra de un recuerdo mal
contado.
“¿Qué
es lo que señalan con su cuerpo?”
Ese
amor a medias, el hasta ahí, el masomenos, el casi que nos deja
suspendidos sin llegar a entender del todo. El beso que se hace mordida. El sí
al lado del no, en una imposición imposible,
en una disociación inevitable. El amor que quería ser, pero no pudo.
“¿Y eso qué quiere decir?”
¿Qué quiere decir?
Finalmente, un silencio cerrado, sólo la
música, la imagen, la enorme melancolía de reconocerse único e idéntico a la
colectividad. Dos cuerpos que son uno solo, (“complementarios” dirán las
directoras) dos que caminan al mismo paso, por primera vez.
Tal vez, uno de los grandes aciertos del arte
contemporáneo sea no responder a esas preguntas que mi compañera de asiento y
yo nos hacemos simultáneamente. Y sin embargo allí siguen, latiendo, en la
misma sala y a escasos centímetros de nuestra perplejidad.
Ganas de bailar, de reír de llorar, de
abrazar. No queda otra que salir corriendo a escribir esta reseña, para poder
seguir la noche en paz, contemplando ese amor que no descansa nunca, que sigue
ahí, royendo, empujando, inspirando, desvaneciendo, lacerando, acariciando,
haciendo y deshaciendo al amor.
* Proyecto Wayruru: Es un
programa de educación alternativa creado el 2009 con el apoyo de ICCO, consiste
en formación artística y desarrollo personal para jóvenes adolescentes de
escasos recursos. Algunos participantes
decidieron conformarse como grupo y con el tiempo nuevos integrantes se han ido
incorporando. Los jóvenes están capacitados para ser formadores. Las
obras se han presentado varias veces en colegios fiscales y particulares y en
distintos espacios públicos de la ciudad de La Paz y El Alto.
(Publicado en la revista "Piedra de Agua" Nº4)
(Publicado en la revista "Piedra de Agua" Nº4)
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