1 sept 2014

AMAGMA

¿Cómo tocar, de forma nueva, un tema que es tal vez, el único tema que se ha tocado hasta hoy? ¿Cómo y por qué se junta un grupo de  nueve jóvenes bailarines para hablar de lo mismo? ¿Cómo no hablar de amor? ¿Cómo decir?
A mi lado, una chica de unos  15 años, no es “público educado”: no ha asistido a espectáculos minados de silencio, no ha sido obligada (sea  ventaja o no) a inmovilizarse frente a lo que está viendo.  “Han ensayado mucho para hacer esto ¿no?”, grita. Soy la primera en lanzarle una mirada severa. Ella no se inmuta, y, resignada, me voy dejando llevar por sus preguntas .
Amagma: cuerpos vivos, en movimiento, ardiendo, latiendo, tocando, consumiendo la experiencia del amor en bullicio, en emergencia. Una sucesión de imágenes  a la vez claras y conmovedoras de lo que envuelve, esconde, delata el amor.
Un escenario vacío donde son los cuerpos en sí  los que forman, deshacen, transforman la imagen. Vestuario sin codificación explícita, ropa neutra  ─a salvo, incluso, de expresar neutralidad con un extenuante blanco o negro cerrado─ donde sólo es permitido lo necesario, que (gajes del  tema) no por ello deja de ser excesivo.
 “¿Por qué se tocan así?”
Bulle también la música: es a la vez grito gutural de los primeros seres que se necesitan y la burbuja en el magma; lo más nuevo y lo más antiguo en esa mezcla indefinible de situaciones, cuerpos diciendo, mostrando, exponiéndose a sí mismos en situación de cuerpos amantes.
La vergüenza, el amor a solas, el amante de una noche, los muchos amantes de una noche, el terror, la soledad. El amor de una mirada, de lejanía, de ensueño, esfumándose en la sombra de un recuerdo mal contado.
 “¿Qué es lo que señalan con su cuerpo?”

Ese  amor a medias, el hasta ahí, el masomenos, el casi que nos deja suspendidos sin llegar a entender del todo. El beso que se hace mordida. El sí al lado del no, en una imposición imposible,  en una disociación inevitable. El amor que quería ser, pero no pudo.
“¿Y eso qué quiere decir?”
¿Qué quiere decir?
Finalmente, un silencio cerrado, sólo la música, la imagen, la enorme melancolía de reconocerse único e idéntico a la colectividad. Dos cuerpos que son uno solo, (“complementarios” dirán las directoras) dos que caminan al mismo paso, por primera vez.
Tal vez, uno de los grandes aciertos del arte contemporáneo sea no responder a esas preguntas que mi compañera de asiento y yo nos hacemos simultáneamente. Y sin embargo allí siguen, latiendo, en la misma sala y a escasos centímetros de nuestra perplejidad.
Ganas de bailar, de reír de llorar, de abrazar. No queda otra que salir corriendo a escribir esta reseña, para poder seguir la noche en paz, contemplando ese amor que no descansa nunca, que sigue ahí, royendo, empujando, inspirando, desvaneciendo, lacerando, acariciando, haciendo y deshaciendo al amor.


* Proyecto Wayruru: Es un programa de educación alternativa creado el 2009 con el apoyo de ICCO, consiste en formación artística y desarrollo personal para jóvenes adolescentes de escasos recursos. Algunos participantes decidieron conformarse como grupo y con el tiempo nuevos integrantes se han ido incorporando. Los jóvenes están capacitados para ser formadores. Las obras se han presentado varias veces en colegios fiscales y particulares y en distintos espacios públicos de la ciudad de La Paz y El Alto.

(Publicado en la revista "Piedra de Agua" Nº4)

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